Detalles
Página principalGuatemalaInternacionalDetallesContacto

 

Nuevo Diario de Guatemala>Detalles

 

Rebelión en Argentina:"Uno mismo tiene que tomar la acción y desde la base"

James Petras

Socialist Worker

Traducido por Héctor Reyes

En noviembre, Argentina era un símbolo del desastre del mercado libre. Años de recesión habían llevado el desempleo a casi 20 por ciento y empujado a una tercera parte de la población a la pobreza. Y todo lo que el Presidente Fernando de la Rúa y su odiado ministro de economía Domingo Cavallo pudieron ofrecer fue más sueldos recortados a través de medidas de austeridad, despidos, recortes, y privatización. Pero Argentina es hoy el símbolo de algo más: la esperanza de un mejor futuro. A mediados de diciembre, el pueblo argentino dijo NO a la miseria de un sistema manejado por banqueros y patrones. Para el 20 de diciembre de 2001, cada ciudad y pueblo de Argentina, inclusive Buenos Aires, fueron paralizados por demostraciones masivas. Cavallo fue el primero en irse. Entonces de la Rúa. Y una semana después de esto, una ola nueva de demostraciones tumbó a otro gobierno.

James Petras ha trabajado por los últimos dos años con el movimiento de desempleados en Argentina y con el movimiento rural de trabajadores de sin tierra en Brasil por más de una década. El es el autor de numerosos libros sobre América Latina. El más reciente, escrito conjuntamente con Henry Veltmeyer, se titula "Globalization Unmasked: Imperialism in the 21st Century", publicado por Zed Books. El habló a principios de enero con Alan Maass, el redactor de Obrero Socialista, acerca del levantamiento.

¿De donde salió la chispa para el levantamiento de diciembre?

La fuerza motriz de estas movilizaciones masivas tiene sus raíces en las actividades sostenidas y de gran escala del movimiento de los desempleados.

El movimiento de trabajadores desempleados ha estado ganando fuerza durante los últimos cinco años. Pero en el último año, se ha extendido a través del país y ha jugado un papel mayor en asegurar programas de subsistencia del gobierno y programas de obras públicas para por lo menos un sector de los desempleados.

Sus tácticas consisten en paralizar la circulación de bienes y el transporte. Así que los llamados piqueteros bloquean las carreteras más importantes para hacer sus demandas.

En el movimiento de los desempleados existe una preponderancia de mujeres, especialmente mujeres a la cabeza de su hogar, que ha crecido con el desempleo.

En algunas áreas, el desempleo es probablemente de 50 a 60 por ciento. Muchos de los piqueteros son trabajadores de fábrica con experiencia sindical. Muchos otros son jóvenes que nunca han tenido un trabajo.

Ellos se organizan y bloquean las carreteras. El tráfico se embotella, los camiones no pueden moverse, las fábricas no pueden obtener sus suministros. Estos son los equivalentes funcionales de cuando los trabajadores de una fábrica ponen un alto al uso de sus herramientas. En este caso, en vez de la producción ser directamente parada, ellos paran las entradas de materia prima y la salida de productos procesados.

Entonces el gobierno puede mandar a la policía, en cuyo caso hay una confrontación total. Hay gente que ha muerto, cinco o seis recientemente en el norte de Argentina.

Pero el temor del gobierno es que si las confrontaciones continúan, las muchedumbres de los inmensos arrabales pueden sumarse al conflicto, y podrían convertirlo en una mini-guerra civil. Pero el gobierno generalmente - después de amenazas y movilizaciones de la policía - negocia un acuerdo.

Estos acuerdos son discutidos por los participantes mismos. Ellos no delegan a ningún líder para ir al centro de la ciudad. Ellos hacen que el gobierno venga a las carreteras, y la gente allí discute lo que ellos deben exigir y lo que ellos deben aceptar.

Su experiencia con el liderazgo delegado es que éstos van el centro, se sientan en una habitación grande con el gobierno o con la burocracia del sindicato, y usualmente son comprados. Los líderes reciben algún soborno, aún los líderes militantes. O son atrapados en algún acuerdo tripartita, y la base es traicionada. Su actividad se trata de representación directa, negociación directa, acción directa.

Estas demostraciones han sido enormemente exitosas dentro de las áreas limitadas en que ellos operan. Pero recientemente, tan temprano como septiembre del año pasado, hubo dos reuniones nacionales que trataron de coordinar los comités de las diferentes ciudades y regiones y suburbios de Buenos Aries, y ellos crearon una clase de comité coordinador.

Pero lo que ellos le enseñaron a toda la población es que uno no puede depender de los políticos. Uno mismo tiene que tomar acción y desde debajo.

¿Como fue que las luchas de los piqueteros prepararon el camino para las demostraciones de diciembre?

Pienso que ese espíritu comenzó a manifestarse, aún en el centro de Buenos Aires, poco antes de este último levantamiento. Hubo varios casos donde quejas surgieron, y los comerciantes y otros decidieron cerrar las calles del centro de la ciudad.

Había un debate inmenso dentro del movimiento, porque el supuesto liderato progresista del sindicato pensó que podría ganar el apoyo de la clase media bloqueando las calles principales pero permitiendo funcionar a las calles alternativas. Esto fue opuesto por los movimientos de desempleados más militantes, que dijeron que o se cierran todas las calles, o ninguna.

Este espíritu capturó la imaginación no sólo de trabajadores empleados y, por supuesto, de los jóvenes, pero también de la empobrecida clase media baja, e incluso sectores más opulentos de la pequeña burguesía, como comerciantes, pequeños empresarios y otros que tenían cuentas en los bancos.

Cuándo el gobierno confiscó finalmente los ahorros - billones de dólares en ahorros - de la clase media, estas capas también se tiraron a las demostraciones en las calles. Esta es una clase media empobrecida y radicalizada.

Es un error pensar en ésta como simplemente la clase media. Estas son gentes que perdieron todos sus ahorros. No tienen dinero pagar sus compras en el supermercado, o sus alquileres, o ir de vacaciones, o lo que sea. Así que a partir del ejemplo de los trabajadores desempleados, llegaron a juntarse varios sectores de la población.

Hay una gran masa de desempleados que está envuelta en algún tipo de economía informal. Hay trabajadores que no habían recibidos sus sueldos porque las cuentas de sus patrones habían sido congeladas. Y hay una gran masa de empleados públicos y pequeños comerciantes y otros que forman un frente muy amplio contra los banqueros.

Los banqueros han podido sacar su dinero. Usando la compra de acciones argentinas en la bolsa de valores de Nueva York, ellos no han tenido ningún problema en sacar su dinero fuera del país.

Entonces esto es un fenómeno de clase, en que los trabajadores desempleados formaron un polo de atracción, atrayendo a los trabajadores, a la pequeña burguesía y otros sectores de la clase media a la política de la lucha extraparlamentaria a la política de rechazar a los grandes partidos burgueses.

Esto, yo pienso, es la dinámica. Ahora, si esta clase media será un aliado estratégico si ellos logran un arreglo que les permita sacar su dinero de los bancos es algo que está por verse.

Pero creo que el factor más importante en esto es que la acción de masas, más que todas las huelgas rituales de la burocracia sindical, llevó al desalojo de los líderes principales del neoliberalismo y de los portavoces principales de los bancos de los EE.UU. y del imperialismo estadounidense en el gobierno en aquel momento.

Cada vez, estos fueron reemplazados por caras nuevas, todos dentro del marco del neoliberalismo. No hay forma de que la deuda sea pagada sin precipitar un levantamiento masivo, en cuyo caso, yo pienso, el sistema parlamentario burgués colapsará, y quizás habrá una guerra civil, con el ejército entrando en acción.

Nada en la prensa burguesa captura el grado de tensión y polarización que existe hoy en Argentina. En Argentina, los activistas y revolucionarios lo describen como una situación pre-revolucionaria. Y ciertamente el grado de hostilidad hacia todos los partidos burgueses y el grado de militancia de grandes masas de personas describiría la situación como pre-revolucionaria.

No hay en este momento un partido revolucionario organizado con raíces y apoyo. Hay miles de activistas y militantes locales que se envuelven en estas actividades, y hay una amplia radicalización de conciencia entre cientos de miles, sino millones, de argentinos hoy inaudito en tiempos recientes en América Latina.

Pero los pequeños partidos de izquierda - todos los Trotskistas y los partidos marxistas - gastaron la mayor parte de sus recursos recientemente para elegir oficiales a un parlamento impotente. Y en ningún lugar estos partidos - o la centro-izquierda, por supuesto - han ejercitado cualquier clase del liderazgo. Han estado fuera de vista. Ellos publican sus manifiestos; ellos venden sus periódicos. En ninguna de estas crecientes confrontaciones de masas que alcanza las proporciones de cientos de miles en ciudades diferentes ha habido alguna vanguardia organizada.

Hay militantes del movimiento de los desempleados, que tienen alguna experiencia de lucha callejera y preparación. Programáticamente, ellos están claros sobre sus demandas inmediatas que son proyectos masivos de empleo, sueldos decentes, beneficios de desempleo, y por supuesto, el rechazo al pago de la deuda. Y algunos sectores claman por la renacionalización de los sectores estratégicos de la economía.

¿COMO VA ser el nuevo gobierno de Duhalde?

EL ACTUAL gobierno del Presidente Duhalde es claramente una provocación. El es un hombre de la derecha, y él organizó, en el pasado, un aparato político de matones.

A pesar de lo que la prensa dice, él es capaz de movilizar a luchadores callejeros derechistas grupos cuasifascistas que pueden atraer a lumpenes y a algunos desempleados desorientados a retar por la hegemonía de las calles y quitarle un poco de presión a la policía. Ya ha habido una confrontación mayor, con la policía, por supuesto, tomando el lado de los matones peronistas de Duhalde.

Pero esto es, yo pienso, un ensayo. No va a haber un período de luna de miel para Duhalde. Ahora, mientras hablamos, están ocurriendo demostraciones masivas en Argentina, y hay preparaciones para una muestra grande de fuerza cuando él anuncie su programa económico esta tarde.

Más que ningún otro acontecimiento [internacional] reciente, nosotros hablamos de un país que tiene una larga tradición sindical, de acción colectiva. Las huelgas generales son más comunes en Argentina que en cualquier otro país del mundo.

Este es el país que hoy tiene la concentración más grande de trabajadores industriales desempleados del mundo. Y tercero, este es el país con el número más grande de trabajadores desempleados organizados y comprometidos con la acción directa.

Pienso, que lo que es necesario o que hace falta en este contexto es un liderato político reconocido que pueda llevar este proceso dinámico hacia adelante a la creación de un gobierno de trabajadores. Creo que la corriente lucha pondrá de relieve esta cuestión muy agudamente.

Debemos tener presente que el liderato en Washington no descansará hasta que entierre este movimiento. Y pienso lo que quizás veamos es la preservación de la fachada política civil y el regreso del ejército como un factor determinante en la política.

Y eso es como tirar madera al fuego. Como vimos con la dictadura de 1976, esto requirió 30,000 muertos y desaparecidos para enterrar al movimiento. Esta vez, hay muchos, muchos más activistas y militantes que los que había en el apogeo de las movilizaciones de los 1960s y 1970s.

Hablaste acerca de lo conservador de los líderes obreros y de las huelgas generales "rituales". ¿Pero no han jugado las uniones un papel en la resistencia?

UNO NO puede meramente hablar de una huelga general en Argentina. Hay huelgas generales, y hay huelgas generales. Y todos saben esto en Argentina. Uno puede hablar con un conductor de taxi, que, cuando uno le pregunta, "¿Qué piensas de esta huelga general?", dirá que los burócratas la usan para disipar la presión.

Estas son eventos de un día sin movilizaciones activas u ocupaciones de fábricas. Los patrones lo saben, y el gobierno lo sabe que si ellos se sientan y cruzan los brazos por un día, todo volverá a la normalidad.

Así que tienen pocas consecuencias. Hay poca movilización y poco que lleve a activar a la clase y a crear conciencia de clase. Son decididas desde arriba, y son apagadas desde arriba.

Hay tres confederaciones sindicales en Argentina. El sindicato oficial es la CGT, que se ha aliado con cada gobierno desde que cayó la dictadura e incluso llegó a tener arreglos con la dictadura.

Está la CGT-Moyano a CGT disidente dirigida por Hugo Moyano, que ha sido crítico de la CGT oficial por estar tan cercanamente vinculada al gobierno. Pero en cambio, esta federación es manejada por otro conjunto de burócratas que utilizan su oposición al status quo para presionar al gobierno a hacerle concesiones a sus miembros mientras se mantienen al margen de algún desafío estructural.

La tercera unión de importancia es la progresista CTA, que surgió como un rechazo a la CGT y que tiene muchos de los trabajadores del sector público trabajadores que no han recibido ningún alivio tras el cierre y los recortes de servicios y los despidos de cientos de miles.

La burocracia del sindicato de Moyano ha estado más dispuesta a comprometerse con las huelgas generales y a movilizarse en torno a asuntos específicos. Ellos usan muchísima retórica populista, pero negocian luego sobre asuntos más estrechos de carácter sectoriall, constantemente negociando a espaldas de los trabajadores.

Esto es por lo que muchos sectores de la clase de trabajadora desconfían de ellos, viéndolos esencialmente como una oposición oportunista que es capaz de traer gente a las calles, pero que es también bastante capaz de sacarla de las calles.

La CTA ha sido el más activo y radical de los sindicatos, dirigida por la ATE, la unión de empleados públicos. Ellos han estado envueltos con los piqueteros y los desempleados.

Ellos han señalado asuntos estructurales muy importantes. Sin embargo, en ningún momento han cuestionado el sistema capitalista. Además, ellos tienden a enfrascarse en acciones militantes, y entonces retroceden y negocian. Ellos han estado conscientes de su posición como empleados del estado y por lo tanto están comprometidos a negociar con el estado pero más allá de palabras no se comprometen con el resto de la clase trabajadora.

Ellos dicen que debemos unificar a los desempleados con los empleados públicos. Pero la experiencia de los trabajadores desempleados con el liderato nacional de la CTA y, particularmente, el de la ATE ha sido que los desempleados se convierten en auxiliares. Y cuando las negociaciones verdaderas suceden, es sobre reducciones en empleo en el sector público. Eso es por lo que los desempleados decidieron irse y organizarse por sí mismos.

Entonces, hay sectores poderosos de las uniones de empleados públicos, más sectores de la unión de maestros, que se han envuelto en la lucha de masas y en confrontaciones y han sufrido algunas heridas y muertes aún en las grandes movilizaciones.

Pienso que uno tiene que distinguir entre el liderato nacional - particularmente de la CTA y en menor grado del grupo de Moyano - y la gente común. Esto es especialmente cierto en las provincias, donde uno encontrará sindicalistas muy militantes y muy radicales, inclusive líderes locales, así como también de la base.

Por ejemplo, en Córdoba, en Salta, y en Neuquén, donde la industria del petróleo está localizada, uno tiene un número grande de activistas sindicales, algunos que han sido influenciados por los piqueteros, que se han unido a las luchas.

¿Cual és la forma que toman los vínculos entre los movimientos de desempleados y los miembros de base de las uniones?

TE PUEDO dar un ejemplo. Los trabajadores de un hospital en Neuquén protestaron por semanas, tratando de deshacerse de un director abusivo. Finalmente, el director llamó a la policía para que terminara el bloqueo que los huelguistas tenían de la entrada al hospital.

La voz rodó hasta que llegó a los desempleados. Ellos se montaron en sus automóviles y autobuses - o cualquier transporte disponible - y llegaron allí, tantos como 300. En menos de una hora, el director fue destituido, y los trabajadores del hospital eligieron a un director nuevo.

Esto es un ejemplo de la clase de solidaridad entre los trabajadores de la salud y los piqueteros que ocurre frecuentemente en el interior del país. Yo pienso que esto es un desarrollo muy prometedor. Pero tiene que ser visto en el contexto.

Las declaraciones que vienen de los lideratos generales no son representativas de lo que ellos hacen y ciertamente no corresponden a las clases de alianzas que se están levantando a nivel de base. Esto es lo significativo.

No quiero decir que no haya líderes individuales en algún sector particular de la industria que haya demostrado militancia. Pero la militancia de hoy tiene que ser entendida en un sentido muy concreto. ¿Dónde estaban a los líderes de la ATE y la CTA durante las protestas del 20 de diciembre?

Los militantes me dicen que estos estaban debajo de su cama. Ellos brillaban por su ausencia en esos días magníficos que derribaron al gobierno de de la Rúa. Ellos no enseñan la cara, como dicen en Argentina. Y eso es muy importante, porque la acción dice mucho más que los discursos y los programas.

¿En donde figuran los trabajadores industriales en este panorama del movimiento obrero?

El grueso de los trabajadores industriales está hoy desempleado. Ellos solían ser el 40 por ciento de la fuerza laboral. Hoy en día son menos del 20 por ciento.

Tenemos que pensar de los desempleados no como algún tipo de vendedores ambulantes urbanos pobres. Estamos hablando de Argentina. Hablamos de gente que trabajaba en plantas de autos, que eran trabajadores del acero, que trabajaban en la metalurgia y la mecánica. Cuándo hablé en una reunión en Argentina en mayo pasado, conocí a muchísimos trabajadores que tenían experiencia en los sindicatos.

Y lo que es aún más interesante son las esposas de los que fueron trabajadores industriales. Una de las cosas que he notado es la militancia y los niveles altos de participación de las esposas de los trabajadores industriales, esposas que han tomado aún más responsabilidades familiares porque sus esposos han llegado a desorientarse, en parte a causa de estar desempleados por tanto tiempo.

Las mujeres son quienes los empujan a unirse a la línea de piquete a llegarse allí y estar activos para conseguir un trabajo. Porque si uno no está en el bloqueo de la carretera, uno no va a estar allí para conseguir un trabajo cuando la asamblea reúna.

Para entender al movimiento sindical, pensemos que [John] Sweeney [presidente de la confederación sindical de los EE.UU., la AFL-CIO] y el sector común y corriente de la AFL-CIO estarían en la CGT. La centro-izquierda de la AFL-CIO estaría probablemente con Moyano, el disidente. Muy pocos sindicalistas estarían en la CTA. Y por supuesto, la sección militante de la CTA sería totalmente foránea al sindicalismo estadounidense o inclusive a la mayor parte del sindicalismo europeo contemporáneo.

Tenemos que poner esto en perspectiva. La acción de masas y las confrontaciones de masas que comenzaron el 20 hicieron más para cambiar la agenda política y la fisionomía del gobierno que todas las huelgas generales y las protestas simbólicas de los sindicatos en los últimos cinco o diez años. Las huelgas generales son importantes cuando tienen un contenido social cuando los trabajadores ocupan las fábricas y salen y confrontan al gobierno.

Esto es lo que yo pienso que estos movimientos de los desempleados tienen. Hoy estos son gente desesperada. Estos no son trabajadores empleados que luchan contra cierta reducción. Ellos han perdido todos sus ahorros. Ellos llevan sin trabajo mucho tiempo. Muchos de ellos no han visto carne por meses. Esto es toda una masa desesperada de gente que abarca varias clases pero en donde las demandas de clase son articuladas.

¿Cuáles son las perspectivas para el desarrollo de una organización o un partido que pueda adelantar las grandes cuestiones políticas?

EL PRINCIPIO organizativo de la lucha ha sido el hambre. Eso es lo que instigó el saqueo de los supermercados en diciembre, y la organización de los bloqueos de carreteras antes de eso. Había lo quizás podríamos llamar demandas de sobrevivencia pidiendo trabajos aún trabajos de baja paga como los de obras públicas que pagan unos $200 al mes y alimentos.

A partir de esa lucha y organización, algunos de los trabajadores más avanzados en el movimiento con experiencia sindical y alguna experiencia política comenzaron a traer otros asuntos, asuntos estructurales como el repudio de la deuda, inversiones públicas de gran escala y la renacionalización de las industrias estratégicas.

Hay marxistas y socialistas que han estado envueltos en algunas de estas organizaciones. Pero ellos están allí como militantes dentro de estos movimientos. Ellos no son, ciertamente, la fuerza dominante. Y ellos ciertamente no tienen la influencia en estos movimientos para dar liderato y dirección por lo menos por el momento.

Pienso que lo que tenemos son tres niveles. Uno es la base, que sufre una privación horrenda. Este es un país que es uno de los productores de carne y grano más grandes del mundo, y los trabajadores pasan hambre. Ellos no tienen carne de res, no tienen las pastas, no pueden alimentar a sus hijos y ellos ven los trenes transportando las decenas de miles de toneladas de carne hacia Buenos Aires para ser embarcadas a Europa.

Esto es una provocación. Aquí está una de las áreas más fértiles del mundo con un desempleo en gran escala y con hambre, inaudito en la historia de Argentina.

Eso es un nivel. El segundo nivel es el liderato emergente, que tiene una concepción de los cambios estructurales que nosotros podríamos llamar anti-capitalista y populista. Y entonces tenemos un tercer nivel, en que los asuntos del socialismo y de una revolución entran en juego.

Mientras el gobierno continúa evitando medidas que alivien los problemas, cada vez más el poder dentro de estas movilizaciones se mueve hacia la izquierda. Hace un mes, el asunto de la repudiación de la deuda extranjera era un asunto izquierdista. Hoy, es común y corriente. El asunto de grandes proyectos de obras públicas era un asunto izquierdista. Hoy, también se ha hecho común y corriente.

La renacionalización de industrias estratégicas básicas tenía un grupo muy pequeño de partidarios. Hoy, está ganando decenas de miles de adeptos. La intervención en los bancos era un asunto de una minoría. Hoy, ha llegado a ser un asunto principal.

Así que todo el debate político se ha movido hacia la izquierda, según la izquierda comienza a ganar hegemonía ideológica. Pero son las ideas, no una izquierda organizada.

El corralito mundial

Jaime Naifleisch

El modelo le estalló en la cara al presidente, pero nadie explicó aún por qué estalló. De la Rúa aunó todas las taras posibles en un político, en un contexto en el que los políticos dejaron de ser políticos –funcionarios constitucionales-, para ser mafiosos: sujetos a leyes ajenas a las del Estado;  pero no fue el creador de ese estallido, ni del modelo, ni de las hipotecas que pesaban sobre él. Antes bien parece que con el propósito de derribar el gobierno, el país volvió a ser víctima de una confabulación como aquella que en 1989 precipitó la desbandada del gobierno Alfonsín generando una artificiosa hiperhinflación desde el circuito financiero, y lanzando a los “carapintada”, grupo de choque militar,  al asalto de tiendas. Alfonsín se iba ya, Menem ganaría casi seguro las elecciones, y aunque existía la remota posibilidad de que las ganara el candidato antialfonsinista del partido gobernante, el Golpe tuvo por objeto intensificar el descrédito de la democracia como modelo, un descrédito en el que la pusilanimidad del presidente y sus seguidores del conglomerado radical (UCR) ya habían hecho su propio aporte. Y Menem ganó, con el más variopinto aún y más derechista y mafioso movimiento peronista, y gobernó dos períodos completos, agrediendo despiadadamente al país, y sin ningún notable sobresalto político o social. De la Rúa lo sucedió ordenadamente, merced antes a las riñas entre los capos de la mafia peronista que a credibilidad del candidato radical. Y desde la primera hora –intento de designar para la jefatura de la policía política, SIDE, a su cuñado, un militar que entre otros mértitos acumulaba el de haber pilotado aviones de la muerte con que se arrojaba al mar a prisioneros vivos durante la dictadura anterior al gobierno Alfonsín-, mostró su talante, sus ideas, su predisposición a la burla del más primario de los procedimientos democráticos. De hecho entregó el poder, como ministro de Economía, a quien lo fuera durante la dictadura, convirtiendo en estatal la deuda contraída por particulares y que acababa de ser repudiado en las mismas urnas que favorecieron al candidato radical.

Todo siguió discurriendo por los mismos cauces abiertos por la dictadura (1976-1983) y profundizados por el menemato (1989-2000). El país continuaba siendo un gran generador de producción y beneficios, y ahondando la brecha entre el segmento enriquecido con los negocios turbios y una inmensa mayoría depauperada que no cesa de perder derechos. Pero no había motivos para el estallido. La Deuda estatalizada por un Estado que había privatizado (o entregado a otros Estados) todos sus recursos genuinos, los productivos, los financieros y hasta los estratégicos, se había convertido en un cáncer crónico, cuyo montante ascendía al 50% del PIB, mientras en Italia por ejemplo supera el doble sin que nadie se escandalice. El pago de los servicios de esa Deuda oscura, plagada de irregularidades incluso antes de su violenta estatalización, esto es los intereses, gravados con tasas que triplican las normales en el movimiento crediticio internacional, era y seguirá siendo, sí, el sector más virulento del desorden financiero. Pero no fue ella la que causó el estallido, pese a decir el New York Times en página editorial que fue el escrupuloso pago, puntual y hasta el último céntimo, en un contexto mundial en el que predomina el impago, lo que causó que el FMI pusiera al país como ejemplo a seguir, y disparó los índices de pobreza y de miseria, con un Estado incapacitado para cumplir sus obligaciones debido a no disponer de ingresos genuinos, expatriados a las multinacionales, y a utilizar los provenientes de nuevos préstamos al exclusivo pago de esos intereses.

Tampoco cabe atribuir a la paridad peso-dólar el estallido del modelo. Se dijo que impedía las exportaciones, pero entre 1991 y 2000, tiempo de vigencia de la convertibilidad, las exportaciones se triplicaron, y esto no es materia opinable, lo dicen las cifras de los países que importaron bienes argentinos. Precisamente en 2000 las exportaciones fueron el único sector de la demanda agregada que creció, y esa era la tónica para el período inmediato subsiguiente. Las ventas al Brasil, principal socio en MERCOSUR, sobre todo de materias primas, se mantuvieron estables en volumen y precios, ya que éstos son fijados por el Mercado internacional, de modo que el escándalo patriótico montado a propósito de la devaluación del real – otro se dijo- llegó para ocultar otras trapisondas, como la esfumación de la enorme cifra recaudada por dos impuestos nuevos perpetrados por De la Rúa – Cavallo desde el inicio de la gestión contra la clase media y asalariada, que debían aplicarse al comercio y fueron a parar, quizás, al pago de los desmesurados intereses y con su habitual desvio hacia bolsillos privados. Por otra parte las exportaciones no superan el 10% del PIB y si ellas hubiesen caído coyunturalmente mal justificarían el estallido del modelo.

Lo que sí fue dañino, más allá de toda duda razonable, en el mecanismo de la paridad, fue la evasión de una cifra tal elevada de dólares que ni las economías de los EEUU o la UE o Japón podrían resistir sin más. Cientocincuenta mil millones de dólares en la década, cuando el Banco Nación asegura que al asumir Duhalde la Deuda, “impagable”, es de 157.000 MdD. La connivencia entre todos los actores de la actividad financiera –bancos en primer lugar, paraísos fiscales integrados en el sistema mundial, y hasta agentes de Aduana que dejaron pasar contenedores “negros” con billetes emitidos en los EEUU que habían llegado al país como parte de esa Deuda y que suman al desfalco generalizado que se realiza como operación contable-, hizo posible, rutinaria, la exacción de ese dinero. Sea como envíos del millón largo de trabajadores inmigrantes o como simple y llano pillaje por parte de los administradores de servicios: entre el legítimo, aunque ruinoso para el país, disponer de salarios ganados con el trabajo, destinados a mantener a la familia en países sin paridad, donde un dólar es la diferencia entre la vida y la muerte; y el recurso a la más elemental ingeniería contable por el que salieron las recaudaciones de los servicios públicos gestionados por grupos privados que están integrados en el sistema público de otros países.

Al quebrarse la paridad peso-dólar, devaluando la moneda local un 40% oficial, al tiempo que impidiendo la recuperación de sus ahorros e incluso sueldos con la técnica del corralito, sólo se consiguió aumentar todavía más la pobreza de la gente, la ruina de los minoristas y mayoristas, el precio de las cosas y su carencia, sin el menor efecto sobre las enarboladas culpas del estallido. La banca puede soportar la pesificación de la deuda de sus clientes, porque generó un más que generoso colchón de beneficios en la década anterior, impensable en tasa incluso en la descontrolada España donde no hay sector capaz de aproximarse a las ganancias bancarias (3.000 MdD diarios confesados por BBVA, BSCH, que operan en Iberoamérica, dos tercios; y todos los demás, el tercio restante). Por otra parte la suma de lo que le deben los clientes a la banca, en torno a los 8000 MdD, que cobrará en pesos, es sensiblemente inferior a la de 26.000 millones que se supone han depositado en ella los trece millones de ciudadanos ahora afectados por el corralito. Y aunque la mayor parte de estos depósitos hayan sido hechos en pesos, seguro que la cifra depositada en dólares contantes y sonantes, que ahora se “devolverán” en pesos, es superior a aquellos 8000 millones. No hay motivo para agitar el fantasma de la quiebra del sistema financiero. Si el BSCH ha decidido completar la operación de compra del Banco Río depositando los 300 millones de dólares faltantes, en medio del gran escándalo, es porque esa banca sabe que ni tiene nada que temer ni dejará de ganar en el futuro, aun mientras la prensa española recurre a la gran tipografía para anunciar que “la crisis argentina crea caos en España”, etc.

No se trata de imaginar que el modelo negaba motivos a los ciudadanos para la ira y la desesperación. Se trata de comprender que el modelo, siempre al filo del degüello de la gallina de los huevos de oro,  funciona bien, es el que las autoridades diseñaron, resulta como mínimo ingenuo acusarlas de haber cometido “el error” de endeudar, expropiar, saquear al país y hambrear a la población: nunca las animó otro propósito. Pero ni el intempestivo aumento de la agresión económica que supuso la decisión bautizada “corralito”, que desató finalmente el rechazo social a la gestión sostenida durante tantos años sin oposición notable, con el aval de las instituciones crediticias y reguladoras, de los partidos, sindicatos e Iglesia, de las multinacionales y los colegios profesionales y patronales, de casi toda la prensa y sus analistas, fue decisivo. Sólo produjo un cortocircuito entre mandarines y mandados, que explica la caída del gabinete, algo previsible en política.

La pregunta sigue pendiente ¿quiénes y con que objetivo han transformado este estallido social en una tormenta de tinta acerca de un colapso del modelo?

Lo único que se ve claro, por el momento, es que los actores del saqueo habían escorado al país del lado de las potencias de la UE, notoriamente de las que actúan arrojando la piedra y escondiendo la mano tras las empresas de bandera española  (¿cuándo España procesó esa gigantesca acumulación de Capital que le permitió entrar a saco, a solas, en Iberoamérica, y comprarlo todo, como argentinos de la “plata dulce” que iban a Miami y chillaban “¡deme dos!”? Si aún hoy España recibe subvenciones a fondo perdido de la UE?); que los EEUU, según explícita queja del ex embajador Terence Toodman ascendido a la empresa privada, apenas habían rozado el fabuloso negocio de la enajenación de los bienes públicos argentinos. Y que, según parece (“que lo arregle el rey (Juan Carlos)”, Bush dixit) aquí los EEUU han dado una patada a la UE en el trasero de la Argentina (en verdad, de los argentinos asalariados y pequeños/medianos propietarios).

Hay que indagar más en las cifras ambiguas, engañosas, antagónicas, y en los juegos mundiales que se disputan en un espacio mayor que el del corralito, la City porteña y la Plaza de Mayo. Tal vez así nos enteremos de algo más.         

Barcelona, 7 de febrero de 2002

Terrorismo de Estado, el verdadero terrorismo

Rosa Regàs
El Mundo

Uno de los objetivos prioritarios de la Presidencia española de la Unión Europea, según nos ha dicho Aznar, es la lucha contra el terrorismo, y en este sentido se quiere conseguir el consenso entre todos los países. Pero Aznar no ha especificado de qué terrorismo nos habla. Porque mayor aún y más destructor que el terrorismo en manos de grupos enloquecidos e incontrolados es el terrorismo que actúa con total impunidad, con todo el poder de las leyes y de las armas, y en nombre de Dios o de la raza, y que si tiene el apoyo de las grandes potencias, no acepta la menor oposición, ni una humilde recomendación ni menos aún la crítica que lo hace culpable de vulnerar los derechos humanos.Así lo hemos visto en la entrevista que el señor Piqué, como representante de la UE, celebró días atrás con un terrorista de Estado, Sharon, el jefe del Ejecutivo israelí.

Para luchar contra el terrorismo que sufre en su país, Sharon no duda en decidir unilateralmente quién es culpable y quién merece el castigo que con sus tanques y sus misiles impone cuando y como le da la gana. Es decir, juzga y castiga a los ciudadanos sin someterlos a juicio ni permitirles la defensa. Los mata, sin más. Castiga al pueblo con la destrucción de aeropuertos, edificios, casas de particulares, cuarteles de policía, puertos, barcos, estaciones de autobuses, instalaciones de radio y televisión y cuantas otras los palestinos han logrado levantar con ayuda internacional.

Condena a cuantas personas se le ocurre con el pretexto de que son responsables de los atentados, los asesinan por la espalda, por el frente por donde quieran sus soldados, y si los tienen a demasiada distancia sus tanques no tienen más que invadir el territorio palestino como si fueran los dueños y señores del lugar.

¿Qué diríamos si cada vez que ETA comete un atentado el Gobierno respondiera bombardeando Bilbao, o enviando misiles contra un caserío al que hace responsable de esconder a terroristas, o se internara en territorio francés destruyendo casas, estaciones de autobuses y de trenes y tirando bombas a diestro y siniestro? ¿Qué diría la comunidad internacional?

No sé lo que le dirían al Gobierno español, lo que sí sé es que esta misma comunidad internacional no se atreve a decirle a Sharon que está vulnerando todas las reglas no ya de la convivencia, sino las del Derecho Penal, los derechos humanos y todas cuantas leyes se han promulgado a lo largo de la historia para que los hombres no vayan matándose cruelmente y destruyéndose.

Cuando Piqué se fue con la negativa de que Sharon volviera a iniciar el proceso de paz, no pudo decirle todas estas cosas y posiblemente no porque no las crea, como las cree todo el mundo que sepa lo que es y condene el terrorismo de Estado, sino porque no se atrevió. ¿ Cómo reconvenir a un aliado de Estados Unidos, precisamente cuando el propio emperador, distraído quizás con sus galletitas o pensando en las próximas elecciones, ni siquiera tiene una palabra para evitar pararle los pies al monstruo?

Y es que Sharon no quiere la paz. Lo vimos el día que se dirigió rodeado de guardaespaldas y soldados a la explanada de las mezquitas en un alarde de fuerza y de desprecio que ha provocado esta oleada de atentados por uno y otro lado. Pero que no se engañe el pueblo de Israel: con Sharon, al que han votado masivamente, lo único que lograrán de aquí a la eternidad será la muerte de los suyos, porque están dejando a los palestinos tan sin recursos, tan maniatados, tan prisioneros entre los tanques, tan miserables, que no teniendo más que la vida por defender, prefieren inmolarse a vivir como esclavos en la más absoluta pobreza e indignidad.

¿No lo sabían entonces? ¿No lo vieron? ¿Quién es tan inocente de no darse cuenta de que un hombre sobre el que pesan las acusaciones de asesinar brutalmente y a sangre fría a miles de habitantes de Sabra y Chatila sabrá encontrar un camino que les dé la paz si no es con la sangre? Y la sangre pide sangre y no le importa de qué lado le viene.

Nunca Israel ha tenido tantos muertos israelíes como desde que rige sus destinos ese hombre sin escrúpulos, más terrorista que cualquier terrorista, porque tiene más poder que todos ellos juntos, más impunidad, más arrogancia y actúa en nombre de una justicia que solamente reconoce él: la de la violencia, la de la prepotencia. Porque para Sharon no hay más paz que la que se erija tras la destrucción y la aniquilación del pueblo palestino, y en caso de no poder acabar con todos los palestinos, su única ambición es tener prisioneros a los que sobrevivan como los está teniendo ahora, y convertirlos en callados esclavos al servicio de su país. Así es, aunque siempre habrá alguien que no lo acepte.Y que no nos digan que tiene el poder que el pueblo le ha dado en las urnas. Este argumento no sirve, también lo tuvo Hitler.La decencia de un líder político no se mide por los votos, sino por su respeto a los derechos humanos. Y de esto Sharon no entiende nada.

Estoy en contacto con muchas personas que viven en Israel y están tan horrorizadas como lo estoy yo por lo que está ocurriendo, por esta imparable ascensión del terrorismo y del terrorismo de Estado. Pero no se atreven a hablar. Saben que no acabarán las inmolaciones de los palestinos mientras no se entre en la vía de la negociación, y saben que por la destrucción de cada casa, de cada edificio, por cada asesinato selectivo, aparecerán otros tantos jóvenes dispuestos a morir porque es la única forma que les queda de protestar.

A esos israelíes contrarios a la voracidad destructora de Sharon les ocurre lo mismo que a los estadounidenses que no están a favor de la guerra de Afganistán en represalia por la destrucción de las Torres Gemelas: se les acusa de antipatriotas y por esto callan y muchos de ellos no se atreven ni a reunirse amedrentados por las posibles represalias y tal vez porque se dan cuenta que contra la fuerza de las armas, no hay nada que hacer.

El señor Sharon además, ha invocado ante Piqué que los europeos no recordamos las persecuciones que han sufrido los judíos a lo largo de su historia, como si estos crímenes, por el hecho de estar cometidos por un descendiente de los que sufrieron el Holocausto, quedaran justificados, es más, dejaran de ser crímenes para convertirse en actos necesarios para equilibrar la balanza de aquel sufrimiento y destrucción perpetrados por los nazis.

Y a los que no estamos de acuerdo con él nos trata de antisemitas que aprovechan cualquier acción de Israel para demostrarlo. Pero sabe él y cuantos piensan como él, que no es así, éste es sólo un argumento para contrarrestar la mala conciencia de sus súbditos, no la de Sharon que no tiene ni buena ni mala conciencia. Es una forma de condenarnos antes de que podamos hablar o mejor aún, una forma de callarnos para que nos se nos acuse de antisemitas.

No lo somos, es más, la mayoría de nosotros tenemos sangre y apellidos judíos y estamos muy contentos con ellos, pero no hemos perdido la capacidad de criticar la vulneración de los derechos humanos, sea quien sea quien las perpetre. Aunque fuera nuestro padre. Y si es el pueblo israelí, o su líder, quien lo hace, aunque nos duela mucho más que si lo hiciera el líder de otro país porque entendemos que tras tanto sufrimiento cabría una conducta más pacifista, también lo decimos. Sobre todo cuando los límites de la decencia se han traspasado hace ya demasiado tiempo azulando de forma tan irreparable el fuego de los odios, y el oprobio y la vergüenza cubren, o deberían cubrir, la conciencia de un pueblo. Un pueblo que, ciertamente, ha sufrido mucho en su historia. Pero contrariamente a lo que cree Sharon, una cosa no tiene nada que ver con la otra.

Rosa Regàs es escritora, reciente ganadora del Premio Planeta 2001 con su novela La Canción de Dorotea.

¿Qué hay detrás del escudo norteamericano?

Carlos Taibo
Centro de Colaboraciones Solidarias

La crisis internacional ha acarreado un freno, que cabe augurar provisional, del proceso de globalización neoliberal. La economía norteamericana, en situación de relativa incertidumbre, ha experimentado un cierre sobre sí misma. Sus niveles de importaciones y exportaciones se han reducido, circunstancia a la que se han sumado los efectos de una recesión que había mostrado sus primeras señales antes del 11 de septiembre.

Pero si todo lo anterior parece exhibir una condición presuntamente provisional, no puede decirse otro tanto de lo que se adivina en la trastienda: el auge visible de fórmulas que remiten a lo que muchos estudiosos llaman un keynesianismo de derechas. Las atribuciones económicas de los Estados están asumiendo un notorio engrosamiento que nada tiene que ver -conviene recalcarlo- con las funciones redistributivas y sociales de aquéllos, y sí con el apuntalamiento de maquinarias represivo-militares. El proceso que nos ocupa nos retrotrae, por cierto, a la era de Reagan en Estados Unidos, una etapa en la que, no sin paradoja, la vulgata neoliberal se vio acompañada de un formidable crecimiento del gasto militar a la postre traducido, luego de dos mandatos presidenciales, en un irrefrenable déficit público.

La mención de la era de Reagan no es caprichosa. Si uno de los elementos centrales del fortalecimiento militar en Estados Unidos lo aporta ahora el manido escudo antimisiles que el presidente Bush quiere pertrechar, ese proyecto no es sino un sucesor directo de otro que cobró cuerpo veinte años atrás y acabó por convertirse en la principal apuesta militar de Reagan: la Iniciativa de Defensa Estratégica (o, en la jerga periodística, la 'guerra de las galaxias').

La decisión de Bush hijo en el sentido de construir un ambicioso escudo antimisiles reclama de forma inevitable una previa denuncia del viejo tratado ABM. Este último, suscrito en 1972 por Estados Unidos y la Unión Soviética, establecía significativas limitaciones en la posibilidad de desplegar sistemas defensivos frente a los misiles balísticos de la parte rival. Su filosofía era al respecto fácil de entender: si alguna de las partes enfrentadas se dotaba de un sistema de defensa que anulase la capacidad de destrucción de los arsenales enemigos, todo el frágil esquema de la disuasión nuclear se vendría abajo.

La gran pregunta que corresponde hacer en un momento como éste afecta, claro, a las razones que han inducido al actual presidente estadounidense a abandonar el tratado ABM y a acelerar los trabajos relativos al escudo antimisiles. Al respecto lo primero que debe subrayarse es que no merecen mayor crédito las aseveraciones que vinculan aquél con la hoy omnipresente, y acaso magnificada, amenaza terrorista. Bastará con recordar que atentados como los del 11 de septiembre en modo alguno se hubiesen visto esquivados merced al escudo que se quiere perfilar. Esto aparte, nadie sostiene que las redes de lo que ha dado en calificarse de terrorismo internacional dispongan hoy, o lo vayan a hacer pasado mañana, de misiles balísticos.

Tampoco se antoja recomendable dar mayor crédito a la versión oficial norteamericana: el escudo antimisiles respondería al propósito de ofrecer una réplica adecuada a los programas de misiles balísticos que estarían cobrando cuerpo en algunos 'estados canalla', entre los que se contarían, en lugar singular, Corea del Norte, Irak e Irán. El problema estriba, de nuevo, en que los programas en cuestión no existen o, en su caso, se hallan en un estadio tan primitivo que a duras penas pueden justificar una inversión tan ingente como la que exige el escudo antimisiles. En la opinión de la mayoría de los expertos, éste, por añadidura, parece condenado a mostrar numerosas hendiduras de las que estaríamos empezando a tener noticia de la mano de los frecuentes fallos registrados en las pruebas practicadas por EE.UU. en los últimos meses.

Así los hechos, mucho más sencillo resulta vincular los proyectos estadounidenses con el designio de mermar la capacidad disuasoria de los arsenales ruso y chino. La mayoría de los trabajos solventes coincide en señalar que el sistema de radares de alerta temprana que el programa norteamericano incorpora no aspira a otra cosa que a controlar eventuales lanzamientos de misiles balísticos rusos. Claro es que cualquier consideración en lo que se refiere a la amenaza que para Moscú puede suponer el escudo antimisiles queda pendiente del derrotero que sigan las relaciones bilaterales ruso-norteamericanas, en plena luna de miel en estos meses, como lo atestigua, entre otros muchos hechos, el postrer beneplácito con que Moscú está obsequiando a la retirada estadounidense del tratado ABM. Otra cosa será lo que ocurra con China, un país que blande un arsenal atómico mucho menos copioso que el ruso, algo que por fuerza convierte a Pekín en un agente mucho más vulnerable a los efectos del escudo estadounidense.

Hay quien se sentirá tentado de agregar, eso sí, que en realidad el programa norteamericano obedece a una lógica propia, de tal suerte que no es menester procurar para él, con singular ahínco, objetivos militares explícitos. Conforme a esta visión de los hechos, que no parece desprovista de argumentos, lo que se aprecia por detrás del escudo antimisiles no es sino la presión, irresistible, ejercida por la industria de armamentos norteamericana. No se olvide que los sistemas de defensa frente a misiles balísticos se hallan en el núcleo de la innovación tecnológica en el terreno militar, de tal suerte que el gigantesco programa estadounidense se propondría, sin más, ratificar de manera irrevocable una ya de por sí rotunda supremacía. El keynesianismo de derechas que hemos invocado al principio de estas líneas encontraría, por lo demás, un adicional impulso retroalimentador al calor de una inquietante perspectiva: la incipiente reanudación de una carrera de armamentos, la de antaño, prematuramente enterrada.

Carlos Taibo, Profesor de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid

 

[Home][Página principal][Guatemala][Internacional][Detalles][Contacto]

Copyright(c) 2002-3 Nuevo Diario. Todos los Derechos Reservados.
jos100975@menta.net